sábado, noviembre 10, 2007

“C a n t a t a S a n t a M a r i a d e I q u i q u e” : Puesta en escena de un ballet con identidad

L a C a n t a t a d e L u í s A d v i s : Cuando mencionamos la palabra folclore inmediatamente aparecen una serie de imágenes que han sido establecidas por los distintos gobiernos de turno en nuestro imaginario nacional pero que pocas veces corresponden a la realidad originaria de nuestro territorio, no obstante en Chile ha existido una preocupación histórica por el rescate y la conservación del patrimonio cultural, en un plan de construcción de identidad que se ha desarrollado en el tiempo desde la creación del Departamento de Investigaciones Folclóricas de la Universidad de Chile, en 1943. Sin duda fue en la década de los años cincuenta donde personajes como Margot Loyola y Violeta Parra, demostraron la importancia de este rescate, al investigar y popularizar los distintos sonidos de nuestro territorio, lo que enriqueció la visión cultural de nuestro país, al que se sumo un fuerte sentimiento americanista que se extendía por toda Latinoamérica bajo la poesía de Pablo Neruda. A finales de los años sesenta se puede advertir en la música un nuevo proceso de creación donde los sonidos foráneos, que se habían posicionado en la obras nacionales, son transformados bajo la integración de sonidos locales, generándose un proceso de asimilación cultural donde la musicalidad occidental, su estructura, composición e incluso su sonoridad, se pone al servicio de una identidad musical, incluyéndose sonidos locales a las fórmulas de composición extranjeras. Luís Advis sin duda marcó un importante referente en la historia de la música nacional con la creación de la “Cantata Santa María de Iquique”, obra que rescata la vivencia de uno de los capítulos más oscuros de la historia obrera, posesionándose como uno de los referentes musicales más simbólicos de la lucha popular de aquellos años. No obstante es fundamental recalcar su importancia musical como producto nacional ya que integra en su esencia la búsqueda de sonidos que contienen una identificación local, convirtiéndose en la obra cumbre de la Nueva Canción Chilena. Sin duda la interpretación del Grupo Quilapayún, enriqueció la puesta en escena de esta composición, dicho grupo también había iniciado la integración de una identidad musical a partir del uso de instrumentos propios de las zonas andinas ejecutando una verdadera orquesta sinfónica bajo fórmulas latinoamericanas. La Cantata fue compuesta en 1969, luego de que Advis descubriera “la reseña histórica de Tarapacá”, documento que devela parte importante de los testimonios y vivencias del suceso. La matanza obrera apareció ante él como parte importante de la memoria social de nuestro país. En un plano musical La cantata mantiene las antiguas estructuras de las cantatas populares eliminando el prisma religioso e integrando la musicalidad popular En julio de 1970 se hace oficial su estreno tras un importante trabajo de colaboración entre Advis y Eduardo Carrasco, director de Quilapayún. Con el tiempo surge la idea de hacer una puesta en escena donde la música pueda ser trabajada desde la danza, proponiéndose la creación de un ballet. Los primeros candidatos para llevar a cabo dicho desafió fueron Rodolfo Reyes , mexicano destacado por la dirección de ballet Folclóricos en Latinoamérica quien se encontraba en ese momento a cargo del Ballet Folclórico Nacional (BAFONA) y Patricio Bunster director del Ballet Nacional (BANCH), Luis Advis había autorizado a ambos para llevar a cabo la elaboración del ballet de la “Cantata” . A pesar de las ideas y los esfuerzos creativos, ninguno de ellos pudo llevar a cabo la misión encomendada, el trabajo musical funcionaba, de alguna forma, como una especie de ópera la que a su vez no podía tener una línea de movimiento técnica, sino más bien latinoamericana y particularmente folclórica. Los ballets folclóricos se habían iniciado como un género escénico en nuestro país, tras las influencias de los espectáculos soviéticos, que habían puesto en escena la destreza de las danzas locales llevadas a formulas escénicas espectaculares, con grandes cantidades de bailarines en escena, género donde destacaba por ejemplo el Ballet Berioska, que visitó Chile a finales de los años 50. En Latinoamérica este género de espectáculos logro tener gran fama gracias al trabajo de la mexicana Amalia Hernández quien otorgó una visión estilizada y espectacular a la ejecución de las danzas folclóricas mexicanas, logrando una fama internacional la que a su vez motivo la creación de conjuntos en el resto del continente. En Chile sus orígenes se remontan hacia 1955 con la creación del grupo folclórico Cuncumen, cuyo objetivo principal era la recopilación de la música y las danzas tradicionales, en el participaron importantes exponentes de la música nacional como Rolando Alarcón y Víctor Jara. Dentro de este contexto es fundamental decir que la preocupación por rescatar danzas locales extrañamente no provino desde las personalidades o las escuelas de danza de la época, sino del Instituto de Educación Física de la Universidad de Chile, pero particularmente su desarrollo se debe a Mario Baeza, músico y director del coro de la Universidad por más de 10 años, quien al interior del instituto impulso la enseñanza de las danzas tradicionales en conjunto con el trabajo de recopilación de Gabriela Pizarro, investigadora e intérprete destacada de nuestro folclore . Ambos incentivaron el trabajo de las danzas tradicionales, inspirando a una generación de alumnos que vieron en las danzas folclóricas su pasión, nos referimos a Carlos Lobos y Ricardo Palma, quienes en 1962 llegaron a crear su primer conjunto Loncurahue. Con el tiempo los intereses de ambos los llevan a la separación, hecho que genero la creación de dos nuevos conjuntos; Aucaman, liderado por Lobos y Pucara, dirigido por Palma. El primero con el tiempo pasó a convertirse en un conjunto subvencionado por el Estado, al pasar a ser el conjunto estable del Ministerio de Educación, cambiando con el tiempo su nombre a BAFONA. Por su parte el Ballet Pucara paso a ser parte como elenco estable del Teatro Municipal. En el momento en que Advis plantea la posibilidad de llevar a la danza la Cantata existen en la escena una gran cantidad de grupos de ballet folclóricos, luego de su fallida experiencia con Reyes y Bunster surge una nueva propuesta por parte de Marcelo Sepúlveda integrante del Ballet Pucara, fue en ese momento cuando por fin se concreto el esperado evento escénico la creación del Ballet de la Cantata Santa María. R i c a r d o P a l m a: f o l c l o r e c o n c o n t e n i d o Ricardo Palma, estudio Educación Física en la Universidad de Chile, fue en ese lugar donde conoció a Mario Baeza, quien le enseñó la importancia del estudio y recopilación de las danzas tradicionales chilenas. Con el tiempo un hecho fortuito lo llevó a conocer a Ernst Uthoff; el Ballet Nacional montaba por esos años la leyenda de José y alumnos del Instituto de Educación física fueron requeridos para interpreta a un gran número de latigadores que aparecían en escena, Palma fue uno de ellos, siendo dirigido por Uthoff. Ernst Uthoff, fundador y director de la Escuela, había sido ex integrante del Ballet de Kurt Jooss, quien revolucionó la escena Alemana, con la incorporación de la gestualidad en la danza, traspasando fronteras con su obra La Mesa Verde. Chile, gracias a la presencia de Uthoff integró la línea técnica de la danza expresiva alemana de Jooss, otorgando un espacio profesional para la danza moderna en nuestro país, su estética se inspiraba en las ideas expresionistas alemanas, estableciendo una conexión directa con el uso del gesto, en pos de la emoción. El ballet moderno de Jooss se caracterizó entonces por integrar a las líneas técnicas de la danza clásica la expresión, y la incorporación de ideas y mensajes dentro de la obra, convirtiéndose en obras con contenido que además poseían un alto nivel de espectacularidad y sentido de la composición espacial, principios que Uthoff supo traspasar a sus discípulos. La participación de Palma en el Ballet Nacional le permitió no solo superarse como bailarín, sino que conocer y comprender las ideas de la danza moderna de Uthoff, comenzó entonces a descubrir la importancia de la expresión, del uso del gesto y sobretodo de la composición coreográfica, volviéndose conciente además del sentido del contenido dentro de la obra, algo que no se había integrado hasta ahora en la danza folclórica, ya que solo se había encargado de la reconstrucción y mantención de los movimientos y en un menor grado la intención por volver a este género un espectáculo. En 1953, Ernst Uthoff había sorprendido a la público nacional con una de sus creaciones más importantes; Carmina Burana. Inspirado en el rescate musical hecho por Carl Orff de música medieval alemana, logro hacer una puesta en escena moderna, donde el coro interpretaba a modo de guión la historia que se representaba, estableciendo la idea de un Ballet Oratorio, donde los protagonistas y principales actores eran los bailarines. Ricardo Palma al igual que muchos otros que pertenecían a su generación fue testigo de este evento histórico, entendiendo mediante esta experiencia la importancia que podía llegar a tomar el bailarín como parte fundamental de la obra, reconociendo la importancia del mensaje y de las emociones. En los inicios de los años sesenta Ricardo Palma ya contaba con una trayectoria importante como intérprete y director folclórico, su separación con Carlos Lobos, con quien había iniciado sus primeras obras, dio inicio a nuevas inquietudes. Palma buscó crear en ese entonces un ballet folclórico con contenido, no solo quería remitirse al estudio, recopilación y puesta en escena del folclore tradicional, sino que además existió en él la necesidad de poder decir algo en sus obras, entregar un mensaje, ideas que sin duda habían sido inspiradas en los modelos de la danza moderna, a lo que se sumaba la necesidad impostergable de participar mediante el arte en los procesos sociales y políticos de aquellos años que remitían a la importancia de la unidad popular. Todas estas influencias lo llevaron a crear un nuevo género danzario, un “ballet de folclore moderno”. La prueba principal de este nueva forma de entender el folclore se observa en su obra El Desafió creada en 1963, la que retrataba desde la puesta en escena de danzas tradicionales, específicamente de la cueca, las diferencias sociales y la lucha entre el poder del opresor latifundista y el oprimido campesino. Ocho años después sus sueños de crear un folclore con un mensaje social y político se vieron fortalecidos cuando finalmente Luis Advis accede dar la posibilidad al Ballet Pucara para realizar el Ballet de la Cantata. Su marcado amor social y su visión política se vieron representados en la obra de Advis, sin duda la Cantata se levantaba frente a Palma como un discurso de reivindicación, de justicia y libertad, ideales que pudo manifestar mediante su danza, estrenando el ballet en 1971, contando con la participación del grupo Quilapayún interpretando en vivo la obra. Este evento sin duda marcó la forma de hacer espectáculo de aquellos años, ya que junto en escena a dos de los grupos de folclore más importantes en la música y en la danza. La estructura de composición de esta obra recuerda de alguna forma el vínculo que hace Palma con Uthoff al presentar su propio Ballet Oratorio. Al igual que Carmina Burana, el Ballet de la cantata utiliza al bailarín como el principal encargado de la acción dramática la que a su vez va siendo narrada por la letra musical, el ejemplo más concreto que se puede establecer como una imagen de esta idea es la interpretación de la canción “Vamos Mujer”, donde se presenta en escena la historia danzada de ésta mujer obrera que es convencida por su pareja para bajar a la ciudad de Iquique a participar de la huelga. La bailarina narra corporalmente la historia, recordando la línea mas expresiva del ballet de Jooss, sin embargo esto no debe ser entendido como una copia de los estilos alemanes, sino por el contrario debe destacarse como un fenómeno de integración de los modelos extranjeros que habían dado forma a nuestra danza nacional, los que además mediante esta obra pasaron a formar parte de nuestro folclore, gracias a la visión coreográfica de Palma. Fue la primera vez que se usaban en escena grandes cantidades de bailarines bailando en grupos, algo propio de los elementos escénicos del ballet folclórico, además del uso de movimientos propios de la nuestras danzas tradicionales los que se vieron enriquecidos con el uso de la gestualidad y la emoción, lo que nunca había sido utilizado antes en la escena nacional por los grupos de folclore. Hoy a 100 años de la Cantata y a 36 años de la puesta en escena del ballet se debe rescatar no solo su importancia como obra histórica, sino su valor como fenómeno nacional, ya que este ballet se presenta como una de las primeras manifestaciones concretas, desde el folclore, por establecer un ballet con identidad. Palma realiza al interior de este ballet un proceso de asimilación cultural integrando la visión modernista de la danza expresiva alemana con los movimientos del folclore andino, fusionando bajo fórmulas foráneas, específicamente bajo la estructura del ballet, los movimientos locales, otorgando además un importante mensaje político y social que se establece como parte de la realidad de la época, construyéndose como un discurso danzado de identidad nacional. Este ballet es un espejo social de nuestra historia, una obra patrimonial que señala el trabajo de un artista nacional que logro poner en escena un ballet folclórico con contenido, convirtiéndose en un importante referente para el folclore chileno. B i b l i o g r a f í a Fuentes: Entrevista Ricardo Palma, 29 de diciembre de 2006 Libros: CIFUENTES, María José Historia social de la danza en Chile; Visiones, escuelas y discursos, 1940-1990. Lom ediciones, Santiago 2007 DEVES, Eduardo. 1995. Los que van a morir te saludan, Historia de una masacre. Escuela de Santa María de Iquique, 1907. LOM. Ediciones, Santiago 1996. WEB: http://www.luisadvis.scd.cl/

2 comentarios:

gabadanza dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

existe algo, un evento casi único que sucede, cuando uno acontece a presenciar la cantata santa maria de iquique, en la cual como espectador se produce una sensación especial, cierta conmosión, cierta identificación, cierto acompañamiento de la intensidad dramatica de la dramaturgia musical que presenta tanto el texto de Advis como la musicalizaión de quilapayun. Que hay de la danza? Más allá de un conflicto narrado por una pareja, lo que vemos es una heterogeneidad de cuerpos en escena,que hace muy interesante la puesta en escena, a
sí como también las composiciones grupales,tan propias de la herencia modernista alemana. Es eso del modernismo, que te deja un poco en jaque, entre tradición,escuela y conmosión e intensidad.